Letras en el Tintero

Era tu piel en contraste con tu cabello, el que me permitió identificarte a distancia. En la cercanía, tu mirada amenazaba con un huracán de ideas y sentimientos. Tu intensidad ahí estaba, y yo la ignoré. Mi mente voló, en ella una matriz de esperanzas que siempre te incluyeron. En mi arrogancia, hice todo lo que un joven hace; decidí hablarte.

El arco de Cupido era sutil y dulce, cargando sobre sí una marca distinguible que daba humor a nuestros tiempos de ocio. Cuando hablabas, la seguridad se mezclaba con duda, algo que nunca entendí en aquel entonces. Y cuando mencionabas mi nombre, solo tú fuiste capaz de hacerlo en el modo correcto.

El corazón creció, y hubo algo permanente que superó cualquier experiencia que nuestro colectivo pudo haber tenido. En el amor, los retos de la realidad eran minúsculos ante las posibilidades. Nuestras realidades, si bien fueron lo que eventualmente deshicieron todo, solo reforzaron la manera en la que nos veíamos. Nuestro lazo era mucho más de lo que las palabras, las miradas y el tacto podían expresar. De manera casual, pero con intención, compartimos un sonido. Intercambiamos ondas de naturaleza artística y lógica, y ahora que recuerdo en la pérdida, puedo decir que no fue suficiente. En silencios de comodidad, en desacuerdos que revelaban nuestros sentimientos, el lazo solo se hizo más fuerte. Naturalmente, no existió manera en la que pudiera romperse.

Independientemente del destino o los caminos, tú siempre eres la razón. Más de lo que cualquiera, o tú, pudieran creer, un cuerpo se transformó ante mis ojos. Lo que consideré un ente en necesidad de protección, resultó ser un ideal de lo que yo debo ser. Ante este descubrimiento, siento desdén por la mecánica de los procesos de mi mente. Simpre supe del potencial, y lo apoyé. Estuve tan cegado por las posibilidades que no me encargué de ver lo que estaba ocurriendo en el presente. Yo era un héroe en tus ojos, pero en los míos, yo no fui más que una experiencia que necesitabas para ir a donde yo no podía alcanzar. ¡Qué equivocado estuve!

El tiempo y la memoria siempre me azotarán, pues el potencial que tuvimos juntos era y es como ningún otro. Mi alivio está en tu bienestar y prosperidad, mientras que el castigo se encuentra en mi propia vida. A pesar de todo, siempre estaré agradecido por los mejores años que mi vida podrá ofrecer.

Mmé Ovanessé t’oiní.

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